Seguidores

viernes, 4 de marzo de 2011

Extracto del libro: LA RECONEXIÓN - Sana a otros; Sánate a ti mismo Dr. Eric Pearl, Ediciones Obelisco.

 enviado por: Jairo Rodrguez R.

fuente-divina.blogspot.com
«Mucha gente enseña cómo curar. Hay libros y cintas sobre ello en todas las tiendas». Entonces recitaban una lista de autores y títulos, muchos de los cuales conocerás. Pero leyendo los libros y escuchando las cintas vi que, fundamentalmente, las instrucciones se reducían a algo como: «Que su cliente se acueste (o se siente). Quédese a un determinado lado de la persona (tu libro te dirá encantado qué lado es el mejor), coloque su mano derecha aquí y su mano izquierda allá, mueva entonces su mano derecha hasta donde está su mano izquierda y mueva su mano izquierda a otro lugar del cuerpo, más allá...». [No te preocupes. El libro no solamente especificará dónde colocar las manos en cada momento, sino que también te indicará hacia dónde mirar y hacia dónde andar. Por si fuera poco, incluso te dirá qué debes pensar mientras haces todo esto.] Me di cuenta de que eso no es sanar. Es bailar el tango. Y el mundo no necesita otra clase de baile. Tampoco parecía ofrecerse mucha ayuda en los miles de seminarios sobre el tema, grandes o pequeños, baratos, caros o extraordinariamente caros. Hablemos sobre algunos de esos seminarios. Para ser sanador, no hace falta gastar 40.000 dólares en un curso de cuatro años estudiando a otros sanadores e hipnotizadores a lo largo de la historia. Parafraseando al Dr. Reginald Gold, quiropráctico y filósofo contemporáneo, eso no lo convierte a uno en sanador, lo convierte en historiador. En otras palabras, la mayoría de las escuelas de sanación no enseñan a sanar en absoluto; enseñan la historia de ciertos sanadores. Se aprende lo que este sanador pensaba, lo que aquel sanador pensaba; y si se tiene verdadera mala suerte, se aprende también lo que uno mismo debe pensar. Me acercaba con esperanzas a cada nueva experiencia educativa estructurada -ya fuera un libro, una cinta o un seminario-, para descubrir que me servían el mismo tazón recalentado de cereales espirituales. El que a mí me habían dado llevaba tanto tiempo a temperatura ambiente que se le estaba formando una costra en la superficie. Todavía más; durante los seminarios, la mitad de la audiencia estaba extasiada, como si perlas de conocimiento recién descubierto estuvieran cayendo sobre ellos. La otra mitad se sentaba allí sonriendo y moviendo la cabeza en señal de asentimiento. No los pequeños movimientos de cabeza que podrían hacer si estuvieran solos en una habitación leyendo un libro o escuchando la radio; se trataba de grandes, llamativos, descomunales asentimientos con la cabeza para demostrar a los demás que el instructor estaba diciendo algo que sabían de antemano y que, de algún modo, el hecho de estar de acuerdo los validaba para todos los demás en la sala. (Recuerda, la búsqueda de crecimiento espiritual no siempre excluye el complejo de superioridad.)

Como suelo decir en mis seminarios, el propósito de asistir a ellos no es conseguir un montón de «cosas» nuevas para llevárselas a casa y añadirlas a las bolsas de «cosas» viejas que ya has «almacenado» en la parte trasera de tus armarios. Sabes de lo que estoy hablando -las bolsas que no permiten que tus vestidos y abrigos cuelguen completamente; y que hacen que todo lo que sea más largo que una camiseta se quede arrugado por la parte de abajo- o las bolsas que no has mirado durante años y que crees que revisarás y organizarás algún día. Para convertirte en sanador es necesario desprenderte de aquellas «cosas» que pueden o no haberte servido en cierto momento, pero que definitivamente ya no te sirven, excepto para mantenerte en un estado de apego. El apego es igual a la necesidad, que es igual al miedo.

«Honrar la incertidumbre es la metáfora... Benditos sean los seres humanos que comprenden que la incertidumbre se irá resolviendo mientras avanzan por el camino, que los preparativos que antes hicieron, ahora no son necesarios. (...) Los cambios serán reconocidos y solucionados a medida que se presenten».

No necesitamos seguir lanzando sal a las cuatro esquinas, espolvorear salvia, ni llamar a las entidades para que nos protejan. No necesitamos sacudir la energía negativa de nuestras manos en tazones de agua salada, ya que realmente no hay ninguna energía negativa; ni rociarnos con botellas de alcohol, ni llevar amuletos. Necesitamos no utilizar nuestras mentes conscientes para intentar determinar qué está «mal» en una persona con el propósito de saber cómo «tratarla». Simplemente debemos permitirnos ser, estar con la persona y «comprender que la incertidumbre se irá resolviendo...».

El problema inherente a estos rituales de protección es que cuando estás haciendo algo diseñado para protegerte, estás diciéndote que hay algo de lo que debes tener miedo, incluso cuando lo que te preocupa es la dirección en la que se acuesta el paciente, qué mano usar, o algo tan simple como estar preocupado por si lo que estás haciendo está «mal».

También recuerda por qué muchos de nosotros que hemos estado practicando técnicas de sanación nos interesamos en ellas al principio. No era para ser seguidores fanáticos de la propia técnica, era para convertirnos en sanadores. La técnica era simplemente uno de nuestros primeros pasos en este proceso. Te introduces en la técnica, la dominas, tal vez te hagas profesor. Ahora posees este primer paso. Está bien que te guste, pero ten cuidado de no enamorarte de él. Porque si lo haces, te sentarás, cogerás una manta y una almohada, te instalarás y harás de este paso el centro del resto de tu vida.

Cuando reconocemos que estamos interactuando con algo que ya conocemos en su totalidad y perfección, entonces dejaremos de querer rizar el rizo. Los intentos para alterar su perfección, para «añadirle» algo, para «mejorarlo», alejará su aparición mucho más; de nosotros y de su perfección. Esto es representativo para nuestro sentido de autoafirmación basado en lo externo u orientado a los objetos, en lugar de estar basado en lo interior, u orientado al sujeto. Todos conocemos a alguien así. Para sentirse importantes, esas personas deben involucrarse en cambiar algo, no por el valor intrínseco de ese cambio en sí, sino por la evidencia externa, con la esperanza de que sea reconocido por otros su efecto sobre algo para parecer el «mejor». Ésta es una forma del ego que yo llamo Complejo de Superioridad Espiritual. El Complejo de Superioridad Espiritual se muestra en muchas situaciones, ya sea la persona que te dice que la moldavita es una piedra demasiado avanzada para ti y que deberías empezar con algo más simple, la persona que intenta echarte la culpa cósmica por tener la gripe, o la persona que no puede abandonar la perfección.

¿Qué pasa con la persona cuya sanación no dura? Esto es raro, pero ocurre. Pueden volver a visitarte después de tres semanas o un mes y pedirte que les des otra sesión. Esta vez sólo durará dos semanas, o puede que seis meses. Y después volverán. Por un lado, nuestro ego se puede sentir herido si no reciben aparentemente lo que otros pacientes recibieron: una sanación duradera. Por otra parte, nuestro ego se puede alimentar por la satisfacción que recibimos del sentimiento de ser buenas personas porque nos sentimos mal por ellos. Y además, nuestro ego se puede sentir inflado de nuevo por intentarlo una vez más. Si puedo divagar sobre el ego por un momento, me gustaría sugerir que tu papel en esta imagen es quitar las interferencias o los bloqueos en el sendero de esa persona. Lo has hecho. Dos veces. Y estás a punto de hacerlo una tercera vez. Una vez que hayas retirado esos bloqueos, es responsabilidad de esa persona continuar hacia delante. A veces estamos tan ocupados para acreditar las sanaciones que no nos damos cuenta del sentido inflado de responsabilidad que recae sobre nosotros.

Para darte una perspectiva más amplia del proceso y del papel que juega el ego en él, puedes querer adaptar esta poderosa propuesta en tu próxima sesión: Sé uno con la persona y cúrate a ti mismo.

Apoyados por el modelo médico y social de enfocar la curación basándose en el síntoma, muchos sanadores tienen la necesidad de determinar que lo que ellos sienten es el problema de la persona antes o durante la sesión de sanación. Éste es el primer paso para olvidar que no somos los que dirigimos la sanación. Si se combina esto con la popularidad actual del concepto del médico intuitivo, nos encontraremos abriendo una caja completamente nueva de Purina Ego Chow.

Soy de la creencia de que a menudo, cuanto menos sé sobre el paciente, mejor, porque es menos probable que trate de dirigir la sesión, conscientemente o no. Cuanto menos trates de dirigir, más espacio das al universo para hacerlo; y mayores serán los resultados. No es que el universo no pueda trabajar alrededor de ti, sino que hay un cierto nivel de gracia y facilidad que ocurre cuando consigues quitarte de en medio. Aunque no podemos saber con absoluta certeza cuál es nuestro papel en estas sanaciones, indudablemente éste no es dudar de Dios o de la Inteligencia Universal.

La enfermedad humana puede ser increíblemente compleja, particulamiente cuando tienes en cuenta los miedos y las expectativas tanto del paciente como del sanador. A lo sumo, comprendemos solamente algunos de los componentes de cualquier enfermedad o lesión, así que cometemos un error inmediato si decidimos que eso es todo lo que hay. Como seres humanos, somos muy capaces de sumar estas cosas incorrectamente y por tanto llegamos a conclusiones falsas.

…interactuamos con las energías cerca de un área del cuerpo del paciente hasta que estamos listos para pasar a otra zona. ¿Y cuándo estamos listos para movernos? Cuando estemos aburridos. ¡Cuando lo que sea que nos obliga a trabajar en esa zona ya no mantiene nuestra atención!
Así que busca algo nuevo que capte tu atención, que atrape tu interés -ya sea un sentimiento en tus manos, un zumbido o vibración en tus orejas, o una reacción visible en la persona que está sobre la camilla. Es un pequeño indicador que dice: «Hey, trabajemos aquí». Es esa emoción infantil de descubrir algo por primera vez y quedarse completamente paralizado ante ello, hasta que otra cosa capta tu atención.

Esto va en contra de muchas escuelas de pensamiento, por supuesto, que nos enseñan a «escanear» un área y tratar de determinar dónde necesita algo más el paciente. Nos enseñan a escanear áreas de congestión, áreas de exceso, de carencia, o de bloqueo de energía. Así, dependiendo de nuestro propio criterio, reequilibramos estas áreas tratando de añadir o quitar energía de ese punto. No sólo nos hemos auto-designado como responsables de identificar las áreas que lo necesitan, nosotros -o nuestros egos- también nos hemos proclamado capaces de remediar la situación.

A medida que te sientes más cómodo contigo mismo, serás capaz de quitarte de en medio y dejar que la inteligencia de sanación tome la determinación de lo que se necesita. No importa si escaneamos el cuerpo, usamos un péndulo, o nos subimos al tejado en un día ventoso y fingimos ser veletas. Cualquiera que sea la forma de diagnosis que usemos, añadirá un paso más a la separación entre nuestro paciente y su proceso de sanación. Sea cual sea el método que utilicemos para tomar una determinación de lo que pensamos que está mal en alguien, estamos haciendo algún tipo de suposición sobre un asunto particular, un tipo de determinación con nuestras mentes lógicas y educadas, trabajando esencialmente sobre la premisa de que somos más eruditos que la perfección del universo. No lo somos.

Permíteme insistir un poco más sobre el concepto de «quitarse de en medio»: ¡Para tener una respuesta no es necesario en absoluto que la sientas!

No siempre estamos dotados para ver las cosas desde una perspectiva más amplia. Alguien hace eso por nosotros. Así que no nos preocupemos por lo que somos capaces de reconocer o intuír. Gracias a Dios que ya no tenemos que hacerlo. Sólo mira la imagen global, sé parte de la ecuación; y déjala hacer. Éste es el regalo de la sanación. Éste es el futuro de la sanación.

Hay muchas razones por las que algunas personas deciden no recuperar la salud: Estas razones rara vez tienen que ver contigo….  No es la enfermedad o la dolencia lo que se sana, es la persona. 

Rezar una oración antes de cada sesión es una manipulación espiritual. Así como sabrías que estás siendo manipulado por tu niño o pareja si antepusieran a cada petición del día un «te quiero», sabes que una oración antes de cada sesión de sanación es simplemente que estás pidiendo algo a Dios, tanto si es para ti como para otra persona. En lugar de pedir algo, ofrece algo. Puedes empezar por ofrecer agradecimiento.

¿Cuál es la diferencia entre una oración de agradecimiento y una oración de petición? Por un lado, las oraciones de petición llevan a más oraciones de petición. Las oraciones de protección mantienen nuestra atención enfocada en el miedo y nos llevan a más oraciones de protección. A veces es agradable no estar constantemente pidiendo favores ni haciéndolos. Una oración de agradecimiento te permite pasar el día cómodo en tu relación con el universo. Creo que a Dios le gusta eso. ¿Qué estás haciendo cuando empiezas a solicitar la presencia de Dios y/o de los Arcángeles antes de cada sesión que das? Te estás diciendo que no crees realmente que Dios esté siempre contigo, que Él y los Ángeles se han ido a tomar café y te han dejado solo frente a los fantasmas alérgicos.

¿Cómo escapas de tus modelos de miedo? Primero, reconociéndolos. La luz del reconocimiento disipa la oscuridad y tú tienes que hacer poco más que permanecer consciente. ¿Cómo puedes acelerar el proceso? Es simple. Cuando aparezca el miedo, entra en él. Si estás preocupado por hacer una sesión de sanación sin llevar tu camiseta morada, conscientemente no lleves ninguna cosa morada ese día. Si te encuentras poniendo tu cristal favorito en el bolsillo porque sientes que te ayudará de alguna manera, sácalo y déjalo en casa ese día. Siempre puedes poner el cristal en tu bolsillo o llevar algo morado otro día, pero el poder que reclamas cada vez que pierdes tu atadura a un miedo te acerca más a tu meta de ser sanador, de liberar tu ilusión de separación y vivir en una infinita unidad.

Espero que comprendas ya que las técnicas son esencialmente rituales que tienen la intención de llevarte a un estado especial. ¡Desgraciadamente, como muchos han experimentado, el proceso de dominar una técnica tiende a impedir que consigas ese estado que es el objetivo! Es como llevar rueditas de entrenamiento en una bicicleta: son para ayudarte a aprender a montar, aunque mientras que no las quites, nunca serás capaz de montar como un experto; y nunca podrás experimentar completamente la actividad.

…no debes tener olores terrenales en la habitación si puedes evitarlo. En su estado trans‑sensorial, muchos pacientes olerán fragancias específicas durante sus sesiones, así que no debes forzar en ellos tu concepto de un aroma agradable, anulando la experiencia olfativa que viene desde alguna otra parte. Recuerda, ellos podrían no volver a tener otra vez la oportunidad de experimentar ese olor único.

…no pongo música en la sala de tratamiento, ya que tiende a llevar a las personas hacia cierta experiencia creada. Si están recordando la primera vez que escucharon una canción especial, o pensando cuánto les gusta o la odian, o se dejan llevar por la idea que la melodía dibuja en sus mentes, es menos probable notar sus reacciones genuinas en el proceso de sanación. En otras palabras, la música lleva a la gente a cierto lugar... y la deja allí.

Una vez más, el objetivo es evitar dar a tu paciente falsas «señales». Es especialmente importante respecto al sentido del tacto, porque cuando tus pacientes experimentan que alguien toca su brazo o acaricia su mejilla, necesitas que sepan que no has sido tú.

Como sanador, no necesitas llevar una bata blanca de laboratorio ni necesitas llevar túnicas sacerdotales.

¿Pero cómo puedes saber cuánto tiempo llevará, o cuántas sesiones se pueden necesitar para que la sanación alcance su máxima expresión? El hecho es que NO puedes saber cuánto le llevará al paciente responder a la energía de sanación. Puede responder inmediatamente, o podría parecer que no responde en absoluto si el evento sanador que el Universo determina que necesita es diferente del que él cree que necesita, o incluso del que tú crees que necesita.

¿Cuántas sesiones son necesarias? Tantas como necesite la persona para aceptar la sanación. Así como no existen dos copos de nieve iguales, tampoco existen dos sesiones de sanación iguales. Lo mismo que tampoco hay dos personas iguales.

Ten cuidado con los individuos que pueden desarrollar un sentimiento de dependencia hacia ti. Los pacientes no necesitan asistir a visitas regulares semanales, o que los veas según van «mejorando». Alguna gente va al médico y a los sanadores simplemente para conseguir un poco de atención; y éste no es el propósito….

Es habitual escuchar comentarios de todo tipo de sensaciones, de hormigueo, vibración, frío, calor, de empujar y tirar e incluso una sensación de viento pasando a través de las manos. Es importante recordar esta variedad, porque tendemos a emitir juicios sobre lo que experimentamos basados en las historias que hemos oído. Por ejemplo, en la cultura occidental, el color blanco se percibe generalmente como representativo de algo «bueno»; el negro representa lo «malo». Pero en otras culturas, el blanco es el color de la muerte. Creemos que las manos de un sanador deben estar calientes y consideramos que el frío no indica curación, sino más bien indica enfermedad o muerte. En muchas escuelas asiáticas de sanación, el calor representa la sanación desde la tierra; y el frío representa la sanación desde el cielo. Ninguna es mejor o peor que la otra.

El juicio en forma de correcto, equivocado, bueno y malo, conlleva separación. Una de las mejores maneras de realzar tu habilidad como sanador es permanecer en un estado de no juicio.

Nuestra necesidad de mantener nuestros egos fuera de la ecuación, quizá va más allá de lo que esperas. Por ejemplo, muchos terapeutas sanadores quieren enfocar sus mentes en el cómo, algo aparentemente inocuo como imaginar al paciente «sano», o hacer subir la energía desde sus pies, o hacerla bajar desde su cabeza o hacerla salir por la nariz; poner al paciente en luz violeta, o envolverlo en nubes rosas... tratando de proyectar la salud en el paciente de la forma como piensen que puede ayudar. ¿Por qué? Porque eso es lo que han oído o les han contado en el pasado. Ahí ya se ha establecido la duda. Todas esas cosas son diferentes formas de interferencia. Cuanto más tratas de hacer, menos capaz eres de ser; y es el estado de ser lo que permite a la energía fluír a través de ti en primer lugar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario